Concordia Siglo XIX: la inundación de 1899

El Museo Arruabarrena difundió en sus redes sociales históricas imágenes de la inundación en Concordia en el año 1899, a fines del siglo XIX.

Aquella inundación fue testimoniada por la mítica revista Caras y Caretas, entonces dirigida por Fray Mocho. En esa publicación se ven fotos de aquella inundación de hace más de cien años, del siglo anterior.

También el Museo publicó en sus redes sociales, una foto de Juan L. Calvet, sobre la inundación de 1929.

Reproducimos a continuación, para una mejor lectura, el artículo publicado en Caras y Caretas de Buenos Aires, el 3 de junio de 1899, número 35, narrando una crónica sobre la inundación en nuestra ciudad en ese año:

Inundaciones en Concordia

Quien no vio una creciente del Uruguay no se puede hacer idea, ni siquiera remota, de la magnífica grandeza que reviste el espectáculo ofrecido por aquellos colosales desbordes, verdaderos derrumbes de aguas, en que el gigante rio, rebasando de sus cauces seculares, se extiende como sábana infinita y cambiante, por valles y pajonales, invade poblaciones y penetra en los montes salvajes, desalojando de sus guaridas recónditas a la chusma de alimañas y reptiles que allí se alberga, inundando nidos y corriendo campo afuera á los coatís inquietos, a los zorros, á los tímidos guazuviraes, a las insidiosas comadrejas, a los zorrinos, a los tatús, a las iguanas golosas, á los gatos tigrinos, todo lo cual sale en un entrevero despavorido, ganando las cuchillas y refugiándose a veces en las ranchadas costeñas, donde los perros se aprovechan de la desgracia y los agarran mansitos.

Los ganados y yeguadas, sorprendidos en los albardones del monte, son arrebatados y ahogados por cientos. Los baguales, fuertes y nadadores, suelen romper la corriente y salir á la orilla, — y se les ve arrancará a escape, brillantes como de plata, con la cola en pincel y resoplando, y no parar hasta las cuchillas altas, donde sujetan recién con el ojo huraño, venteando el peligro vencido y relinchando á las yeguas, que allá van, aguas abajo, retenidas en la correntada traicionera por el relincho angustioso de los potrillos, sus hijos, y muriendo con ellos, antes de abandonarlos. ¡Al fin madres, las pobres, aunque yeguas!

En las ciudades ribereñas, Paysandú, Salto, Concordia, especialmente, el río se interna, avanza y se enseñorea del puerto, de las calles, de las casas de barrios enteros, de las que rara vez hay tiempo de sacar más que la gente, y, algunas veces, ni eso, porque el desborde ni avisa ni espera. Se pasean las calles en botes, a vela y remo, durante días, haciendo salvatajes de gatos náufragos y objetos domésticos que boyan entre la espesa resaca acumulada por los remansos.

Esta vieja historia acaba de repetirse una vez más, y nuestros grabados reproducen algunos de sus cuadros en la ciudad de Concordia, para cuyo desarrollo y prosperidad comercial es un duro y temido castigo esta plaga periódica de las crecientes del Uruguay.

(fuentes: de datos y fotos, archivo Museo Regional Palacio Arruabarrena)

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